Dice el refrán que «a cada cerdo
le llega su San Martín», festividad que se celebra el 11 de noviembre y que es
fecha señalada en muchos pueblos de la geografía española por coincidir con la matanza
del cerdo. El refrán, sin embargo, tiene dos significados: el primero, que cada
persona recibirá en su momento la compensación o el castigo por los actos
cometidos. Y, el segundo, relativo la matanza del cerdo, que coincide con la
fiesta de San Martín de Tours, uno de los santos más populares de la
Cristiandad.
La matanza constituía toda una
liturgia, una fiesta pública y familiar que, en unos casos, era signo de alta
posición social y, en otros, de básica necesidad o, hablando en plata, de
apagar el hambre.
Mondongueras en Candelario - Salamanca |
Las gentes humildes esperaban con
ansia la jornada de la matanza, pues eran conscientes de que esos días iban a
comer bien y caliente. El cerdo era la joya de la despensa, pues del animal se
aprovechaban «hasta los andares»: chorizos, morcillas, salchichones, tocino,
costilla, jamones, jeta, manteca, patitas... y un etcétera de alimentos que la
sabiduría tradicional había aprendido a conservar. Pero, además, la familia se
reunía para, además de trabajar, comer lo que del cerdo no podía guardarse.
La matanza del cerdo, suele
comenzar en torno a la festividad de San Martín, (11 de noviembre), pero
algunos lo demoran hasta bien entrado el invierno. Se da el caso de que por San
Antón (17 de enero) todavía se siguen matando cerdos.
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